Oficios de Noé

Noé es una figura capaz de resistir el tiempo y el olvido. A su lado, lo acompañan, en magnificencia e inquietud, torres infinitas, éxodos longevos, expulsiones de jardines, sacrificios de hijos amados, hombres que pelean con ángeles y otros que extrañamente se sienten acogidos en el vientre de los cetáceos. Todas estas realidades poseen una carga simbólica tal que siempre bebemos en el asombro de los versículos breves que las contienen. Pero Noé es dueño de un compromiso tan arduo de cumplir que merece, quizás más que otros personajes míticos, la compasión. Imaginemos por un momento las labores de Noé: las peripecias del semita tratando de convencer a los incrédulos, la agitación de los animales que también tienen memoria y saben algunas cosas del mundo que comparten con nosotros, el extenso enclaustramiento de quienes fueron elegidos, y nos daremos cuenta de la tarea que cayó sobre los hombros del viejo.  Normal entonces que, pasado el caos jubiloso del descenso del arca, Noé se haya dejado tentar por un vino merecido y refrescante, aunque un poco amnésico. Aproximar un personaje de estas dimensiones a las coordenadas de hoy es una labor compleja. Y hacerlo desde la literatura y, más todavía, desde el minicuento, es rozar el ámbito del riesgo. Para ello es menester que el escritor posea la permanente curiosidad por la historia, los juegos agudos de la reinterpretación y la polisemia, el humor que debe abrazar la fineza y la inteligencia, y un exacto conocimiento de la síntesis, la rapidez y la sugestión narrativas. Guillermo Bustamante Zamudio, por fortuna, reúne todas estas condiciones. Los oficios de Noé (2005), el segundo libro de minicuentos publicado por Bustamante, se apoya en la forma musical del tema y las variaciones. El tema marco que, al principio, es el relato del Noé bíblico reescrito por el autor. Y luego están las setenta y dos variaciones que discurren entre la imaginación de la fábula, la burla del dicho popular, la gravedad de la sentencia, la invención de la poética, los reclamos feministas, las implacables leyes de la selección natural, las trabas burocráticas de los Estados, los fantasmas del escepticismo y el relativismo de toda fe y creencia. Por esta deliciosa y lúcida diversidad, incrustada en el mito y la modernidad, el Noé que propone Bustamante es tan próximo a nosotros. Un Noé que puede sentarse a nuestro lado. Y, en su pocos momentos de descanso, o en los muchos de continua reflexión, porque este Noé es tremendamente dubitativo, nos habla de su delirante aunque muy humano mundo de lluvias y catástrofes. Un Noé ocioso que consulta diccionarios, que se une a la huelga de los animales, que se ampara en la genética y la ciencia para justificar lo que a veces parece injustificable. Un Noé que termina enredado en nuestros sueños y vigilias. Bailando, llorando, implorando, amando y desamando a esos otros que debe salvar o dejar a la mortal intemperie. En fin, un Noé que despotrica y sonríe de la insensatez humana. Y no solamente de la nuestra que, de ocurrir un aguacero interminable se aniquilaría sin remedio, sino de aquella insensatez que también define a Dios.
  • muchas gracias por esta página hermosa. No sabe cuánto me he partido la cabeza para hacer una descripción como la suya, para después darle curso a una respuesta contestataria, para reir y disfrutar, sin pretensiones, pero contestataria, si se puede. Me refiero, varias respuestas a Noé, y alguna a Guillermo. Me siento encantada de haberte leído y conocido.