Letras colombianas de Baldomero Sanín Cano

Letras colombianas es una de las mejores expresiones de la crítica literaria colombiana. Goza de muchos atributos como para no considerarla a la hora de querer mostrar un óptimo balance de este panorama. Sin poseer el rigor investigativo y académico de otras obras de este cariz, pensemos por sólo citar un ejemplo más o menos coetáneo en Evolución de la novela en Colombia (1955) de Curcio Altamar, esta obra de Sanín Cano sigue siendo un referente importante en la historia de la literatura del país. Y esto se produce porque Letras colombianas ofrece al lector la grata experiencia de hallarse ante una escritura precisa, sobria, ajena a la veleidad interpretativa y al concepto vago. Y, sobre todo, porque de este libro se desprende la valoración justa de esas obras y esos autores que conforman el panteón colombiano desde la colonia hasta el modernismo. Letras colombianas se publicó en 1944 en el FCE de México. Es un libro, por lo tanto, de la madurez del ensayista antioqueño. Es, tal vez, una vieja deuda que Sanín Cano se debía a sí mismo y a su país. Siendo el lector y comentarista agudo de diversos autores extranjeros (hay textos memorables sobre Nietszche, Thomas Mann, Eugenio O’Neill, Bernard Shaw, entre otros), Baldomero Sanín Cano, desde su necesaria y saludable arremetida contra el establecimiento político-poético colombiano, representado por Rafael Núñez, hasta su lectura atenta de nuestros modernistas, siempre estuvo muy cerca de lo que se escribía en Colombia. El libro es un recorrido realizado en cuatro tramos cronológicos. En el primero se aborda la literatura de la colonia y sus rasgos profundamente españoles. El segundo nos presenta el panorama independista con el surgimiento de la conciencia americana en algunos escritores próceres que fueron sin duda más lo segundo que lo primero. El tercero, que es el más largo de todos los apartes y en donde Sanín Cano despliega mejor su visión, es el dedicado a la literatura de la república. El cuarto se encarga de dar un balance del modernismo colombiano que, en manos de Silva, Valencia, Barba Jacob, Carrasquilla y Rivera, alcanza la estatura más alta de la literatura nacional. Letras colombianas es una obra atractiva por la presencia de un tipo de análisis literario bastante personal. Su escritura avanza, a lo largo de las más de 200 páginas de su primera edición, por aquellos meandros que permiten pensar que hay paradigmas, y éste por supuesto es uno de ellos, en los que la crítica literaria y el ensayo logran una acertada propuesta. Pero Baldomero Sanín Cano es un hombre de su época y en algunos pasajes del libro respiran los excesos y la estrechez de esta última. En primer lugar, el libro decae, a veces, por la presencia de un tono patriótico y una retórica ceremoniosa que hoy día incomodan. Aunque es cierto que en toda historia de un país hay cantos solemnes a la patria e interpretaciones que se ajustan a sensibilidades que bordean peligrosamente los matices del nacionalismo, es verdad también que el paso del tiempo nos ha permitido zafarnos de las parafernalias verbales que en vez de oxigenar a la literatura se encargan de asfixiarla. La consideración de una obra literaria debe desprenderse, en la mayor medida posible, del panegírico político. Y, aunque es arduo hacerlo a veces, debe también alejarse de los terrenos en que la patria, por medio de sus escritores, termina honrándose sospechosamente a sí misma. Letras colombianas, en este sentido, pierde la fuerza lúcida que lo caracteriza en buena parte de sus páginas. Igualmente, y allí es donde Baldomero Saín Cano tropieza en sus valoraciones, hay enaltecimientos que sorprenden ahora. Uno de ellos, por sólo citar el más llamativo, es el que se ofrece a la obra marchita de Marco Fidel Suárez. Otro, la exagerada admiración que le suscita Guillermo Valencia, poeta clásico colombiano cuyas asfódelos inspirados ya desde los tiempos de Luis Tejada suscitaban reclamos, y cuyos camellos han terminado por caer en un cansado marasmo. Sin embargo, este libro posee el invaluable don de enseñar a comprender mejor la literatura de un país. De la mano de Baldomero Sanín Cano nos paseamos por un paisaje escabroso sin caer en la ingenuidad, en la zalamería y en el rencor. Y un libro sobre la literatura colombiana, que evite estos extravíos, tan persistentes en el panorama actual, será siempre un libro digno de la mayor confianza.          
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