Urmas Sisask: Músico de las estrellas

Los planetas es la suite sinfónica que el compositor inglés Gustav Holst, un poco astrólogo y untado de hinduismo, hizo a partir del sistema solar. Muy rápido Holst logró popularidad por la brillante instrumentación de su suite. Y ya es un lugar común escuchar algunos de sus fragmentos en los documentales o las propagandas que se realizan sobre la conquista del espacio. La intención del músico de Estonia Urmas Sisask, nacido en 1960, es de algún modo semejante. Pero es menos grandiosa y por lo tanto más poética. Las diferencias en el trabajo de ambos son obvias. Holst utiliza una orquesta descendiente directa de la de Bruckner y Mahler. Sisask se fundamenta, al menos en lo que ha compuesto hasta ahora, en el piano. Aquel talla, y el verbo no es fortuito, astros. Este teje constelaciones. En fin, si el uno merodeó en la astrología, el otro dirige en la actualidad un observatorio astronómico en su país. No se trata, sin embargo, de comparar dos obras que, de entrada, son radicalmente diferentes. Sino de decir, más bien, que en la música hay una tendencia que se sumerge en los secretos del firmamento. Los sumerios no fueron los primeros en escudriñar el arriba. Aunque tienen el privilegio de haber extraído de ese asombro las primeras cartas zodiacales. Por desgracia, de su música sideral no se conoce nada, ni siquiera un frágil eco que haya permanecido oculto entre las piedras. Los griegos, que se  volvieron más sabios y mitómanos frente a la bóveda celeste, también le cantaron al cielo. De ellos sí se conservan algunos himnos al Sol y a Apolo. Sisask hace parte de esta milenaria tradición. A la manera de los hombres de la antigüedad, cosa extraña en un científico, cree que en las constelaciones flota una música primordial. Desde su infancia, marcado por la soledad y el aislamiento -Sisask es hijo de un guardabosques- adquirió pronto el hábito de observar el cielo. Y como en los bosques de Estonia los días son cortos y la evidencia de estar viviendo en la penumbra somete a sus habitantes a una continua duermevela, Sisask se volvió un  vigilante de las estrellas. El ciclo del cielo estrellado, correspondiente a la visión que se tiene del hemisferio norte en una noche abierta, fue compuesto entre 1980 y 1993. Son 22 fragmentos que dan la impresión de ser luminosidades armónicas arrancadas al gran silencio del cosmos. Al utilizar un lenguaje íntimo, novedoso pero tonal, Sisask es un claro descendiente del Satie de las cortas piezas esotéricas. Su Ciclo está surcado de tiempos y tímbricas diferentes favorecidos por la propia significación anímica que las constelaciones suscitan en alguien que las ha indagado. Así desfilan ante nuestros oídos un Acuario soñador, un Zorro inquieto, una Ballena lenta pero que lo traga todo, una explosiva Andrómeda, un Toro huyente, una Serpiente engañosa, un Cuervo que vuela desesperado, una inasible Paloma, una Osa Menor apacible, un Orión deslumbrante, un meditativo Perseo. ¿Música y astrología? o ¿música y astronomía? En los sonidos el resultado conduce a lo mismo: al misterio y a su momentánea revelación. El mérito de Sisask es precisamente revelar a través del piano algún rasgo de las estrellas. Polvo galáctico hecho polvo sonoro. Somos los hombres y los astros, parece susurrar esta música, sonidos materializados. Surgidos de una gran explosión cósmica que equivale a decir, ente nosotros, a una vibración desencadenada. Y, entre los primitivos, a un soplo, a un grito, a una palabra pronunciada al inicio del tiempo. El propósito de Urmas Sisask recuerda bastante al de Olivier Messiaen. Como el francés, que hizo gran parte de su obra basado en el canto de los pájaros, el estonio construye la suya a partir de las estrellas. De esta forma al Ciclo del cielo estrellado ha añadido uno más correspondiente al hemisferio sur, una Vía Láctea, los siete momentos musicales llamados Pléyades, un Cielo del Zodíaco y un Cielo para niños, obras todas escritas para piano. Poco a poco tal repertorio llama la atención de intérpretes y oyentes. No es raro leer en los comentarios de críticos respetables que la de Sisask es una de las más sorprendentes y admirables obras pianísticas de los últimos años. Y mientras se toca en París, en Moscú y en Nueva York, su creador sigue pendiente de las galaxias desde su observatorio. Y pensando que al hombre sólo le resta obedecer las leyes cósmicas y alegrarse de existir en una de las esferas más diminutas del universo.
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